Marisela tiene 35 años y sueña con ir a la playa y sacar del baúl su bikini azul. Hace 10 años, antes de quedar embarazada de su primera hija lo usó por última vez. “Ahora ya no puedo, con estas ‘llantitas’ me da vergüenza”.
En esa época pesaba 120 libras, y no entiende por qué repentinamente subió de peso. “A veces sí extraño los pantalones apretados, las blusas angostas y comer y no subir de peso”, dice, mientras se mira en el espejo, doblando los contornos de su camiseta rosa. “Es un caos, lo peor es que algo te gusta, te pones, ni porque haces esfuerzo te entra, llego a la casa y no como”.
El cirujano Max Torres, presidente de la Fundación Obesidad, cree que el sobrepeso en la mujer está relacionado con problemas hormonales. “Las mujeres suben de peso, especialmente luego de sus embarazos, hay un trastorno, que no es bien conocido, pero ayuda, además del sedentarismo”.
“El problema -según Torres- está cuando alcanzan el grado de obesidad mórbida, ahí es difícil revertir, siguen aumentando de peso y pueden tener complicaciones”.
De hecho, Marisela acudió al médico, y luego de varios exámenes, le detectaron hipertensión arterial y principios de diabetes.
“Esas son las consecuencias de los malos hábitos alimenticios, el consumo de comida chatarra y la falta de ejercicios”, señala el endocrinólogo Clemente Orellana.
Según el especialista, estas enfermedades son algunas de las complicaciones que conllevan al sobrepeso y a la obesidad.
Pero, ¿no es lo mismo sobrepeso que obesidad?, pregunta Carmen Viteri. Torres le aclara la duda con un no rotundo. “Sobrepeso es el estado inicial de la obesidad. Una persona lo tiene cuando posee un Índice de Masa Corporal (IMC) de 25 a 30, y obesidad, cuando sobrepasa los 30”. Estas medidas se consiguen con el cálculo de la talla de la cadera y la cintura.
En este caso, Marisela tuvo un IMC de 35; es decir, estaba en el grado II de obesidad.
Orellana explica que la obesidad es una enfermedad que viene condicionada genéticamente o por factores ambientales. “Cuando el padre es obeso el chance de que sus hijos lo sean está en un 25 y 30% , pero si los dos son obesos es del 100%”.
Las consecuencias de esta enfermedad -dice el endocrinólogo- son la diabetes mellitus A, la hipertensión arterial, la dislipidemia (colesterol plasmático elevado), la disminución del HDL (colesterol bueno) y la subida del LDL (colesterol dañino), que produce la arteriosclerosis (taponamiento de las arterias coronarias).
Todas o parte de estas dolencias pueden desencadenar en infarto agudo de miocardio. “Antes se veía esto en personas de 50 años, hoy personas de 25 años mueren por esto”, explica Orellana.
En ello coincide el cardiólogo Freddy Oña, quien enfatiza que “la grasa no es solo una bolsa de elementos apósitos sino un tejido activo, que ocasiona factores de riesgo cardiovascular”.
La grasa en el corazón -cuenta Oña- hace que en las arterias se acumule la sangre, al igual que penetre en las vísceras.
La obesidad abdominal (grasa depositada en el abdomen) ocasiona el síndrome metabólico. “Todas ellas más la presión alta, el colesterol, las alteraciones en el sueño y las insulino resistencia marcan enfermedades cardiovasculares en un 27% y cerebrovasculares en un 34%”, dice Oña.
El cardiólogo señala que estas enfermedades son silenciosas. Por ello, es necesario realizarse exámenes periódicos para evitar complicaciones posteriores.
Pero la obesidad y el sobrepeso, asimismo, afectan a los huesos.
El traumatólogo Fernando Dávalos cree que “entre mayor peso tenga un paciente puede haber una mayor afectación de las articulaciones, los miembros inferiores y la columna”. Hay problemas en los discos intervertebrales, en la columna lumbar. Esto, más acciones de la vida diaria que obligan a levantar peso, dañan los discos, produciendo lumbalgias.
En los tobillos y las rodillas hay, en cambio, mayor desgaste de las articulaciones, que ocasionan artrosis de cadera, tobillo o rodilla.
Hay consecuencias, asimismo, en el área gastrointestinal y hepática. El gastroenterólogo Fernando Palomeque habla del reflujo gastroesofágico, “que provoca molestias y complicaciones como el esófago de Barré y las ulceraciones en el esófago”. En cambio, el hígado graso -cuenta Palomeque- lleva a una cirrosis hepática con consecuencias funestas.
El experto cree que la obesidad y el sobrepeso deben ser regulados desde la infancia. “Antes se creía que un niño gordo era saludable, ahora está claro que son los potenciales obesos”.
La única solución para evitar estas enfermedades -explica la nutrióloga Joanna Granda- es bajar de peso, y no entrando al quirófano. Según los expertos, los métodos bariátricos y el baipás gástrico solo se aplican en casos de obesidad mórbida; es decir, cuando el IMC sobrepasa los 50.
Granda habla de una dieta balanceada y equilibrada, que contenga todos los alimentos de la pirámide nutricional. “Sin embargo, hay que quitar los ácidos grasos saturados y propender el consumo de grasa monosaturada y productos ricos en Omega 3 y 6”.
En el momento, el Ministerio de Salud lleva adelante una campaña en donde se difunde la alimentación sana y la necesidad de eliminar las grasas saturadas.
fuente: elcomercio.com