El trastorno por atracón consiste en el consumo descontrolado de alimentos; puede estar detrás de la obesidad.
Anorexia y bulimia son términos en los que se piensa de manera inmediata cuando se habla de trastornos de la alimentación, pero existe otro que, a pesar de ser más frecuente, está escondido tras la obesidad: se trata del trastorno por atracón.
De hecho, se calcula que en México 30 por ciento de los casos de obesidad tiene origen en ese padecimiento, que afecta por igual a hombres y mujeres.
Este trastorno comparte con la bulimia nerviosa el comer impulsivamente, la diferencia es que quien lo padece no recurre a prácticas como vomitar, ingerir laxantes o diuréticos después de comer en exceso, de ahí que se manifiesta en un principio con sobrepeso y si no se controla, con obesidad, explica María Eugenia Ibarzábal, coordinadora de la Clínica de Trastornos de la Conducta Alimentaria de Médica Sur (CTCA).
Un atracón se define como el consumo vertiginoso de gran cantidad de comida en un periodo corto de tiempo, mientras se vive un sentimiento de no poder parar ni controlar qué y cuánto se come.
Cuando el atracón se presenta al menos dos veces por semana durante tres meses continuos, y además existen sentimientos de ira, enojo y frustración ante la falta de control, es muy probable que se trate de este trastorno.
¿Por qué comer y comer?
Si ha escuchado el llanto de un bebé hambriento, puede imaginar el dolor que expresa a gritos entre cada sollozo; en ese momento, lo único que puede tranquilizarlo es sentir en su boca el pezón de su madre o el biberón.
Conforme succiona para obtener leche, el llanto disminuye y su rostro adopta gestos de tranquilidad y satisfacción, sobre todo si al mismo tiempo siente palmaditas y escucha palabras suaves que lo arrullan.
"El bebé no sólo descubre que comiendo se le quita el malestar, sino que se da cuenta de que además lo apapachan, arrullan y le soban la pancita", explica Armando Barriguete, consultor en la Secretaría de Salud sobre trastornos de la alimentación y obesidad.
Así, el consumo de alimento (conducta alimentaria) es el primer recurso que tienen los seres humanos para manejar su tensión, en este caso, provocada por la sensación de hambre.
"Todos en determinada situación han abusado de la comida en momentos de tensión, pero cuando se dan cuenta con el apoyo de la pareja, la familia, los amigos o la escuela se puede canalizar el estrés apoyándose en ellos, y no en la comida", agrega el también investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición.
Entonces, quien no cuenta con esas redes, la opción más cercana y certera que tiene para calmar la tensión es comer y comer.
Impulso incontrolable
Las personas que padecen el trastorno por atracón son impulsivos, es decir, no pueden esperar con calma la satisfacción de un deseo, y una vez que están en proceso de satisfacerlo no se pueden detener, comenta Ibarzábal, terapeuta del grupo de padres en la CTCA.
En el caso del atracón, la educación en casa es uno de los factores de tal impulsividad.
En medio de una situación que les genera enojo, ira o tristeza las personas no se permiten expresar esos sentimientos porque está "mal visto" y hacerlo habla de una persona "débil", que nunca "se puede controlar".
Al no saber cómo enfrentar esas emociones y cómo darse la oportunidad de manifestarlas en su justa dimensión, el medio para mitigarlas es comer.
"Es un mito pensar que la persona con sobrepeso es una persona afable, generalmente no es cierto, es un volcán lleno de emociones imposible de controlar", asegura Ibarzábal.
Y si además las personas con las que convive, lo señalan por no poder dejar de comer, es común que empiece a ocultarse para saciar su necesidad de bienestar.
"El atracón se hace a solas, por lo que la familia suele no darse cuenta; llegan a pasar hasta cinco años para apenas sospechar porque la comida 'desaparece', especialmente mermeladas, helados, pan de caja, alimentos que se pueden ingerir muy rápido", señala la terapeuta familiar.
Pero incluso ante esa sospecha, a la familia le es difícil reconocer que se trata de una enfermedad grave.
"No se entiende que no es que el individuo no quiera dejar de comer; sino que se reduce el problema a un 'qué pesado es fulanito, come y come, y después se pone de malas'", comenta Ibarzábal.
Así pueden pasar años o décadas hasta que aparecen las repercusiones físicas de la obesidad: colesterol y triglicéridos altos, colesterol HDL (bueno) bajo, hipertensión arterial, infartos al miocardio, accidentes vasculares cerebrales, problemas de rodillas, dificultad para caminar, entre otras. Y por supuesto las emocionales, como ansiedad y depresión.
Diagnóstico y atención
Existen dos caminos por los que se puede identificar que se padece el trastorno, están quienes piden apoyo psicológico porque su situación emocional está al límite, y quienes buscan ayuda de un nutriólogo para bajar de peso, creyendo que ese es su problema.
Pero ante cualquier paciente obeso, los expertos tienen la obligación de realizar un diagnóstico para descartar o confirmar si se trata de trastorno por atracón, coinciden Ibarzábal y Barriguete.
Un diagnóstico integral debiera incluir una evaluación de los hábitos alimenticios, de la dinámica familiar, un diagnóstico psicoterapéutico individual, exámenes de laboratorio (química sanguínea, perfiles lípido, tiroideo y hepático, general de orina, entre otros), electrocardiograma, medir la densidad ósea y el estado músculoesquelético del paciente, sugiere Ibarzábal.
A partir de los hallazgos, el tratamiento debe ser también integral: diseñar un plan nutricional y de fisioterapia, dar seguimiento médico para evaluar las reacciones del organismo e integrar al paciente a psicoterapia individual, y a su familia, a terapia de grupo.
Esa es la clave, asistir a instituciones públicas o privadas que ofrezcan la atención de un pediatra o médico internista, según la edad del paciente, más la de un nutriólogo y un psicólogo.
En este caso, el paciente debe asumir literalmente su papel, porque el éxito del tratamiento es a largo plazo y depende, en gran parte, de su capacidad de cambio y del apego que desarrolle tanto al tratamiento médico, como al psicológico, señala Ibarzábal.
"Es una enfermedad crónica que requiere cambios en la forma de pensar, de comportarse y en la manera de ver el mundo", indica la terapeuta.
Fíjese en los síntomas
Para considerarse "atracón" la ingesta de comida debe tener por lo menos tres de las siguientes características:
- Comer más rápido de lo normal.
- Sentirse incómodamente lleno.
- Comer mucho sintiéndose físicamente hambriento.
- Comer a solas para que otros no vean cuánto come.
- Sentirse a disgusto consigo mismo, deprimido o culpable después de haber comido demasiado.
Para considerarse trastorno debe:
- Haber tensión previa al atracón y después de él.
- Presentarse por lo menos dos veces por semana durante tres meses de manera continua.
Fuente: Armando Barriguete, consultor en la SSA.
Panorama en México
*Según la Encuesta Nacional de Salud 2006:
18% de los jóvenes reconoció que en los tres meses previos a la encuesta les preocupó engordar y el control por comer.
3% de ellos, en el mismo periodo, tuvieron prácticas de riesgo, como hacer dieta, ayunar, ejercitarse en exceso.
16 a 19 años es el rango de edad de las mujeres que aceptaron haber tenido las prácticas descritas.
*Estos datos se obtuvieron a partir de 8 preguntas integradas a la encuesta, las cuales se aplicaron a adolescentes de ambos sexos, de 10 a 19 años. La población entre esas edades es de 22 millones 874 mil 970: el 50.8 por ciento son hombres y el 48.2 por ciento mujeres.
La entrevista fue realizada por: Georgina Montalvo y publicada en el periódico Reforma
Para mayor información consulte la página de: Trastornos de la Conducta Alimentaria